FRANCISCO ESCALERA. PINTOR

"Siempre ruego que se vea mi pintura con una actitud zen, es decir, sin querer desentrañar nada"

Francisco Escalera con su obra

Francisco Escalera es el pintor de la memoria hecha presente. Plasma en sus cuadros lo que ve y lo que ha sido a través de sus ojos a lo largo del tiempo con una pintura extremadamente reconocible que altera el entorno urbano sin tocarlo. Ha pintado Córdoba y otras ciudades del mundo sin la pretensión de que fuera una fotografía, porque el hiperrealismo es una pérdida de tiempo, Pero su realismo es casi una cuestión social e íntima, donde va dejando a la par tanto una parte de sí mismo como de la ciudad a la que regala generoso su tiempo, recreando la realidad y retratando para la eternidad un instante que el pintor se ha negado a dejar ir, siendo plenamente consciente de que el tiempo ni se puede encarcelar ni se puede hacer tangible.

Tras el verano ya está volviendo un poco a la rutina, a su pequeño estudio "a pintar mucho", como él mismo asegura. Como él mismo dice "soy un pintor vocacional y llevo pintando 30 años de manera ininterrumpida". Muchos años son para alguien que deja fluir libremente el tiempo y que asegura que está siempre ocupado y sin desconectar. "Tanto por mi manera de ser como por mi estructura de trabajo una exposición va detrás de otra, cuando no es una colectiva, cuando no es preparación para algún concurso, que también me presento, cuando no es una individual".

Francisco Escalera con su obra FOTO SATORU YAMADA

¿Cuántas tienen en su haber?

Un montón. La última que hice creo que era 38 o 39.

Pues tanto trabajo no deja de ser una buena señal, ¿no?

Sí, hombre, claro que es bueno, porque eso significa que mi pintura interesa, y desde que me di cuenta de que España era pequeña y el mundo, también, me muevo más. Yo, normalmente, soy bastante introvertido y tímido y me recluyo mucho en el estudio y en la pintura. Pero, lógicamente, hay que ser social también y estar en todos los eventos que se pueda. Aunque, si por mí fuera, no iría ni a mis exposiciones. Soy muy de mi pintura, como tantos otros compañeros y donde me siento cómodo es en el estudio, pintando y escuchando música.

Entonces, cuando termina un cuadro se te viene el mundo encima.

Más que cuando acabo un cuadro es cuando lo empiezo.

¿Ah, sí?

Claro, porque normalmente no tengo una fórmula magistral de trabajo ni de pintura. Mi manera de trabajar es, como yo digo, fallo-error, es decir, voy pintando y voy arreglando lo que no me sirve.

¿Sobre el mismo cuadro?

Sí. Normalmente antes sí dibujaba mucho. Luego estuve durante muchos años pintando del natural, en el campo, en la ciudad, y durante mis primeros años, en los concursos al aire libre, pero consideré que no era mi mi línea de trabajo ni mi manera de sentir. Esa pintura es pan para hoy y hambre para mañana. Durante ese año y medio dos años gané ocho o 10 premios, pero era la la pescadilla que se mordía la cola: Ibas a un concurso, lo ganabas y ya ibas con esa sensación para la semana siguiente. Y no soy una persona competitiva ni me gusta luego coger el paisaje o la figura o lo que fuese con esa inmediatez, que es lo que te ofrece la pintura al aire libre. No es que le quiera quitar valor, pero creo que por mi manera de sentir y por mi personalidad me gusta más la pintura de estudio, donde hay reflexión continua, una búsqueda de quitar y poner. Mi pintura es realista, pero yo busco otras cosas. Más que realista como tal, yo siempre hablo de una pintura sensitiva.

¿Qué diferencia hay?

Yo estoy en el estudio y me pregunto ciertas cosas y en cada momento somos distintos, de modo que cada tarde o cada mañana uno es distinto al otro día, y elaboras la obra de una manera un poco según tu estado de ánimo. Lógicamente, con el paso del tiempo, empiezas a tener ya una manera de trabajar, que te va 'llevando a'. Pero, normalmente, yo tardo mucho en preparar una obra; puedo tardar hasta dos años en preparar lo que quiero pintar, cómo lo quiero pintar, en las proporciones, los puntos de fuga, en el equilibrio de volúmenes... Pero cuando me pongo a pintar, cuando ya sé lo que quiero y tengo el formato y tengo la obra en sí, ya me dejo llevar mucho por lo que yo llamo la manipulación subjetiva de la pintura y que sea ésta la que me vaya llevando. De tal manera que muchas de mis obras las empiezo de una manera, pero no sé cómo van a acabar.

Usted elabora cuadros de calles y de paisajes urbanos en su estudio. ¿Cómo lo hace? ¿Con fotos?

Claro. Como ya te he comentado, he trabajado muchos del natural. Pero luego yo, como pintor actual y contemporáneo de mi tiempo, utilizo todos los medios que tengo a mi alcance. Qué ocurre? Que hay que tener cuidado siempre con la fotografía en este caso, porque yo hago muchos dibujos previos y algunos apuntes a color, algunas manchas previas, pero luego, al final, cuando trabajas de fotografía tienes que tener en cuenta que ésta es una herramienta, pero no es un fin. Yo huyo totalmente del hiperrealismo, no tiene absolutamente nada que ver con mi pintura. Cuando tú ves un cuadro mío, ves lo que hay detrás; sientes la pintura, sientes la mancha y siente un poco, o por lo menos eso es lo que yo pretendo, a la persona que está detrás.

Es decir, a mí no me interesa lo más mínimo esa pintura hiperrealista virtuosa donde solamente hay un dominio de la técnica, que es maravilloso y no lo denoto como algo malo, sino que mi personalidad no va por ahí.

¿Por dónde va, entonces?

Yo busco ese aspecto sensitivo y, sobre todo, que después de 32 años casi pintando ininterrumpidamente cuadro tras cuadro, y si hago una media de unas 40 piezas al año es mucha pintura ¿Qué ocurre? Que entonces tienes que sentir un poco esa motivación para trabajar. A mí no me interesa el paisaje como un elemento ilustrativo o descriptivo sin más, sino un poco el trasfondo conceptual o metafísico que pueda tener. Y también esa interrogante que tengo siempre de por qué elegir cierta forma o perspectiva y otra, no. Eso en el paisaje urbano está muy presente, ¿No? Por eso te digo que tardo mucho tiempo en preparar una obra. En mi caso las matemáticas siempre están presentes, y siempre me han gustad mucho. Hasta el Bachillerato superior iba por ciencias puras.

Lo que pasa es que mis hemisferios derecho e izquierdo han estado siempre peleándose: Por un lado, me han gustado siempre mucho los números, y, por otro, estaba la parte creadora, la parte artística, la parte ensoñadora. Que siempre la he tenido. Aunque soy muy racional en mis maneras y en mi forma, luego me dejo llevar mucho por los impulsos y por mi manera de sentir. Creo que como artista o como pintor tengo que tener eso presente. Es una manera de motivarme: Cuando uno viene aquí un lunes por la mañana a las nueve, y se pone delante de un lienzo de dos metros ella me dirá yo me hago mucho veces esa pregunta, y sobre todo m pregunto ¿Paco, dónde te has metido?

Cualquier que vea su obra se da cuenta que no es hiperrealista porque tiene un cierto carácter brumoso, que es voluntario, como si estuviera buscando más el alma que el rostro de la ciudad.

Exactamente. Por eso he hablado antes del aspecto sensitivo que la pintura tiene para mí. En mi pintura hay muchos guiños a muchas cosas, pero como me dijo un crítico de arte hace muchos años, en mi pintura no hay deudas evidentes a ningún pintor o pintora. Por supuesto, yo tengo mis referentes; tengo mis pintores y pintoras que siempre me han gustado mucho, y me gustan, pero no dejo nunca, o lo intento, que se vea demasiado en mi pintura. Ahora es una moda de que hay muchos pintores 'a la manera de'. Yo podría contar con una mano o dos manos, los pintores que me interesan, porque la mayoría son 'a la manera de', y a mí no me interesa eso. Cuando pinto lo hago para conocerme yo.

Francisco Escalera en su estudio FOTO SATORU YAMADA

De todas formas, dígame cuáles son sus referentes.

En mi pintura están, por un lado, los grandes maestros clásicos: Velázquez, Goya, los grandes maestros italianos, sobre todo me interesan mucho los cielos de Tiepolo. Luego ese aspecto brumoso que tú dices, eso es para crear un espacio, es decir, volvemos siempre a la idea de que la pintura como tal es una gran mentira, porque estamos trabajando con una superficie bidimensional y estamos dando un espacio tridimensional. Esto es exactamente igual que cuando estamos en el cine donde la pantalla es plana y cuando proyectan la película no te preguntas por qué hay esos puntos de fuga, por qué hay profundidad en la imagen. En la pintura es exactamente igual. Velázquez es uno de los grandes creadores del espacio en la pintura; buscaba siempre esa sensación que se habla en el arte de que tenga atmósfera, que tenga aire dentro. Por eso es un gran error cuando muchos de los pintores aficionados, e incluso profesionales, pintan de fotografía que sus pinturas no tienen alma alguna. Técnicamente está bien hecho, pero carecen de atmósfera, no tienen alma, no tienen, en una palabra, personalidad.

Por supuesto que me interesan también los grandes maestros del Tenebrismo, como Rembrant y Caravaggio. De ellos deberíamos aprender todos, y no de nuestros coetáneos, no de los que tenemos al lado, sino aprender de los grandes maestros.

Luego, por otro lado, también me interesa todo el realismo americano, encabezado por Hopper,  que me gusta muchísimo. Estuve viendo una exposición hace muchos años en el Thyssen de Madrid y me encantó, partiendo de la base de que Hopper no sería tan gran artista si no fuese tan mediocre pintor. Técnicamente, no es nada del otro jueves. Pero, sobre todo, tiene algo que no lo tenían hasta ahora: Su mirada. Esa mirada cinematográfica, esa mirada de la ciudad que no se pintaba del natural, sino en estudio. Hopper lo que hacía, y yo también, eran estudios de luz. Era muy racional, muy empírico en ese aspecto. Hopper es el gran maestro moderno, el gran maestro contemporáneo.

Por otro lado, también está la Escuela de Londres. Donde cualquiera de los cuatro son grandes maestros. Admiro a Bacon o Freud, pero me interesa más otro que es menos conocido llamado Michael Andrews. Tiene dos cuadros en el Thyssen que son una auténtica maravilla, con unos verdes superespeciales. De los italianos contemporáneos me interesa la corriente metafísica, encabezada por Giorgio de Chirico. Esa mirada metafísica está en mis paisajes urbanos está un poco esa mirada. Pero como estás viendo es un batiburrillo de muchas cosas. Pero esto es la base, la punta del iceberg.

Me interesa la Escuela de Vallecas y todo ese realismo de entre guerras española. Hay muchos como Redondela, Benjamín Palencia, el primer Antonio López, que es una maravilla, Martínez Novillo... De ahí me interesa más su pintura, su gama cromática, no la técnica. Luego yo siempre he defendido mucho el arte abstracto, que tengo ciertos roces con algunos compañeros míos que son hiperrealistas y no quieren saber nada del arte abstracto.

Tampoco hay que ser tan radicales.

Lo que pasa es que los realistas hemos estado siempre muy dejados de la mano de Dios. Desde los años 30' o 40' hasta los 90' o los 2000' el arte abstracto era el que imperaba en Europa, pero sobre todo en España y en Córdoba ya ni te cuento. Si eras realista te tenían -y nos tienen todavía- como unos apestados. A Antonio López le tenemos que dar las gracias porque gracias a él y a otros tantos que apostaron por el realismo, se dieron cuenta de que tenía el mismo valor, si no más, que el arte abstracto. Volviendo a lo que te estaba hablando, me interesa sobre todo Mark Rothko, como el gran maestro de los campos de color, y toda esa abstracción matemática y racional que tenían los alemanes o Piet Mondrian. Eso en pintura, pero luego te podría hablar de la literatura, de la música y de un montón de cosas más.

Pero usted tiene que estar notando que a la gente le gusta su pintura.

Sí, sí. Yo siempre he tenido esa suerte. Yo nunca he sido un pintor de grandes ventas ni de grandes logros comerciales. Precisamente por eso me digo siempre "Paco, como un día vendas mucho, prepárate". No digo que sea mala cosa, porque tienes más dinero. Mi pintura es realista y gusta. También ha ido cambiando, evolucionando, a una pintura mucho más dura, agrisada.

Francisco Escalera con una de sus obras sobre el Guadalquivir

¿De veras?

Muy dura. Yo muchas veces veo algunas obras mías antiguas y digo "¡Uf!" (se ríe). Y mira que las vendía, incluso me daban premios. Tengo la suerte de tener más de 90 premios nacionales e internacionales, pero muchas veces veo esa obra antigua y las veo difíciles. En cambio, ahora mi pintura se ha ido aclarando, se ha ido, creo, naturalizando, de tal manera que tengo una paleta como más natural, más fresca, un poco terciaria, es decir sigo todavía con esa paleta de grises, pero ya hay muchos colores más vivos. Tengo un interés por una paleta más natural.

¿Por qué piensa que se ha ha dado esa evolución?

Esa evolución viene desde 2006. Una de mis primeras series, 'Paisajes de paso', que estaba dedicada a todo lo que tenía que ver con el paisaje urbano o industrial, pero con una paleta muy agrisada, y sobre todo era por lo que el crítico de arte Marín Medina me llamó el pintor de la ingeniería. Yo pintaba sobre todo mucha autovía y silos, y todo lo que tenía que ver con el ambiente urbano. Yo soy muy urbano, y me interesaba ese aspecto un poco agrisado, decadente. ¿Qué ocurrió? Que en 2006 hice una exposición en Vitoria, y el galerista me dijo: "Paco, ¿por qué no pintas un poco de paisaje de costa, de playa, que aquí gustan mucho?". Yo no me lo había planteado nunca. Entonces, al empezar a pintar la serie 'Estivalia', dedicada a ese paisaje costero en época estival, donde lo que más me interesaba era esa relación que existe del paisaje y del espacio orgánico con el individuo, pues, lógicamente, si tú pintas la playa en julio o en agosto la paleta se volvió mucho más cálida, más amable, con más color. Y ya esa serie contagió al resto de series siguientes como la 'Dejà Vu-Córdoba', en la que sigo todavía trabajando.

¿Le ha gustado tanto el cambio que ya lo aplica a su pintura?

Ya es que lo hago de manera natural. Esto viene por trabajar la serie durante mucho tiempo. 'Dejà Vu' la empecé en 2007 y todavía la sigo trabajando. Y otras series más donde el paisaje lo abordo de una manera más compleja. Así, con el paso de tantos años, puedo entender, puedo reflexionar, puedo considerar un poco este entorno para luego elaborar la obra entrando en unos matices o en unas visiones más profundas y concretas que con menos tiempo me sería imposible. Por eso te digo que yo no soy amigo del paisaje al aire libre. Yo creo que ahí lo lo que prima y lo que se busca es una inmediatez y un poco entre comillas, con todos mis respeto, salir del paso.

Si usted mira su obra anterior, ¿le desagrada, entonces?

No, no, no. Para nada. Simplemente la veo en algunos casos una obra más dura, más difícil. Siempre he tenido la suerte de que mi cintura ha encajado muy bien. Yo recuerdo mi época de Madrid cuando en el año 2005 expuse en la galería Durán en Madrid, que era una de las galerías comerciales mejores que había allí, con muchos artistas y que vendía mucho, y yo iba con esa pintura que es que estoy comentando y funcionó bien. Quedé finalista en el premio BMW, que sigue siendo un premio con mucho reconocimiento. Yo he sido pintor siempre de vocación, pero sí es cierto que uno tiene que ser un poco inteligente y ver un poco si uno vale para eso. Tengo un sentido de la autocrítica grande, lo tengo conmigo y con los demás. Pero conmigo sobre todo.

Evidentemente, porque no se debe ser crítico con lo ajeno sin una autocrítica previa.

Exactamente. Yo me exijo mucho. Yo siempre he intentado ser lo más yo posible, dentro de que vivimos en un mundo global con mucha información. Yo estoy en las redes, yo sé lo que todo el mundo hace. Yo lo miro, pero no dejo que me influya lo más mínimo. Muchos pintores de ahora miran las redes para ver cuál es la moda. Yo estoy totalmente en contra de cualquier tipo de moda. Mi caso es un poco singular, porque yo empecé siendo pintor abstracto, cuando en la mayoría de los pintores ha sido al contrario. Empiezan siendo realistas para, poco a poco, ir sintetizando la obra hacia una pintura más abstracta.

¿Ha tocado usted el Cubismo en algún momento?

No. No lo he trabajado nunca. Yo he trabajado una abstracción que yo llamaba lírica, que estaba muy influenciada por textos de Baudelaire, cuando leía a Poe, a Asimov, a Ballard y todos esos poetas grandes como Machado, que todavía lo sigo leyendo, Lorca, Cernuda. Esa literatura era la que me inspiraba en manchas con un horizonte. Pero al cabo de año y pico o dos años estaba ya harto de manchas, porque en el fondo siempre me ha gustado mucho el dibujo a lápiz. No paraba de dibujar cuando iba al campo, cuando estaba en casa, cuando trabajaba como maquinista de tren y en todos mis viajes siempre iba con mi bloc, haciendo apuntes al natural, y de ahí me viene esa sensación y esa búsqueda de las primeras series como la de 'Paisaje de paso'. Tenía también mucho que ver, cómo no, con Kerouac y con esa sensación del viaje; no de la meta, sino de lo que pasa durante el viaje. Eso me sigue interesando todavía.

Por todo esto siempre ruego a mis espectadores que vean mi pintura con una actitud zen, es decir, con una actitud sin querer desentrañar nada. Yo ya sé que en el realismo las cosas están claramente plasmadas, pero muchas veces es interesante dejar la mente en blanco. Cuando ves un cuadrado de Miró o de cualquier pintor abstracto, tú no estás pensando en qué puede ser y ver qué te sugiere un triángulo, un círculo o una mancha. Yo, dentro del realismo quiero que la gente vea con naturalidad, pero sin querer desentrañar nada.

Francisco Escalera en su estudio

Explíquese.

Lógicamente, si yo hago un paisaje como el que tengo en Vimcorsa, que es sobre nuestro gran río y nuestra ribera, los que seamos de Córdoba lo reconocen. Pero hay que ir ese paso más para todo y para ver qué es lo que el pintor te quiere contar y no quedarse sólo con la parte descriptiva.

¿Y a usted qué es lo que le llama para pintar algo? ¿Por qué elige determinada calle y no otra, o determinado rincón y no otro?

Eso es muy complicado de responder. Sobre todo porque no lo sé ni yo mismo.

Pero ¿cómo el proceso, entonces?

Es que depende de muchos factores. Yo soy pintor las 24 horas del día; siempre. He sido pintor siempre, creo; desde pequeño. Cuando miro atrás, no era un no era no era un niño de estar jugando al fútbol con los compañeros. Siempre he estado con la plastilina, con el dibujo, con las manos ocupadas. Siempre me ha acompañado el trabajo creador. Ese dibujo previo y esas búsquedas previas con el paso de los años y cuando te dedicas a esto ya de una manera profesional es exactamente igual. El paisaje en general es un pretexto para reflexionar sobre la sociedad y el entorno que me ha tocado vivir. De tal manera que cuando voy por la calle yo no busco, sino que el paisaje me encuentra. Para mí tienen que coincidir una luz concreta con unas formas concretas. Luego, tras hacer esos apuntes o esa fotografía, yo tardo mucho antes de ponerme a trabajar. Le doy vueltas, analizo los volúmenes, los espacios positivos y negativos y cuáles son los que me interesa crear y los que no. En una palabra: Intento siempre llevar al espectador donde yo quiero llevarlo. Para eso hay una búsqueda del punto de fuga o de un horizonte que no cuenta lo mismo si está arriba si está abajo. No es lo mismo darle un valor casi orgánico a una arquitectura que, por ejemplo, darle un valor más, si cabe, orgánico al agua.

El agua es muy recurrente en su obra.

Porque la utilizo como elemento vital en nuestras vidas y en nuestros recuerdos. En mi serie sobre el Guadalquivir, que viene de la serie general 'Territorio de agua', el agua y la arquitectura están íntimamente relacionados, porque están todos los elementos que a mí me interesan: La línea conceptual y la mancha como elemento abstracto. Pero si tú pintas agua tiene el condicionante de que mientras contemplas ese momento en el tiempo en que pasa el agua es un momento en el que nos cautiva tanto y es tan efímero, tú mismo ya estás cambiando en el proceso de la observación. El ser humano es así. No somos lineales. Todo eso se relaciona con el punto de observación que un pintor tiene. Por eso te he dicho antes que yo no tengo una fórmula maestra de pintar. Entre otras cosas, porque yo no he sido nunca discípulo de un profesor. He tenido grandes profesores durante mis siete años de la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, pero antes los maestros que había eran artistas también, y eso era muy importante. No eran funcionarios del arte; eran artistas. Cuando Emilio Serrano o Antonio Bujalance te enseñaban el dibujo o Juan Hidalgo del Moral la pintura a mí es donde se me despertaron las dudas sobre los conceptos que y tenía de manera autodidacta. Luego también fui varios años a unos cursos de paisaje al aire libre en Priego de Córdoba, donde además he sido profesor también varios años. Hice varios años también de grabado en Priego. Y todo es me hizo ver que la pintura al natural no era pa mí.

Ha apuntado que ha enseñado. ¿Tiene alumnos?

No. Me llama muchísima gente para dar clase. Pero mi estudio es reducido, tiene 40 metros cuadrados, y yo pinto mucho; no paro. Para dar clase, aunque fuese a cinco personas escogidas, no es cuestión del dinero, sino que tengo que quitar mis pinturas y mis caballetes, poner el motivo que sea y, además, a la docencia yo le tengo mucho respeto. Me han contratado varias veces para masterclass en varios sitios y sí estuve dos años en Priego durante un mes dando cursos de retrato y figura al natural. Allí hay un nivel artístico muy variado, con gente 15 a 75 años, y la docencia es muy complicada. Mientras pueda, no doy clases. Me lo estoy planteando, la verdad.

Sí optara por dar clase, ¿qué enseñarías?

Dibujo y pintura. Pero siempre que doy clase yo dejo que sea la persona la que la que decida. Yo puedo corregir lo que esté mal hecho dentro de unos cánones académicos. Pero la pintura, de la manera que yo llevo y que yo la entiendo, es subjetiva totalmente. De tal manera que yo dejaría que el individuo se busque a sí mismo, que en el fondo eso es la pintura. No es copiar una foto, ni una fotocopia, ni pintar 'a la manera de'. No. La pintura es algo íntimo, personal e intransferible. Somos nosotros los que tenemos que descubrir. Lógicamente, si tienes a alguien al lado que te va dando pautas te será más fácil. Pero son tantas las llamadas y la gente que me pregunta, que quizá dé clases. Este año incluso me lo estaba ya planteando.

¿Y la gente qué es lo que busca en usted que les pueda enseñar?

Eso no soy yo quien debe decirlo.

Ya, pero alguno algo se lo habrá avanzado, ¿no?

Simplemente es porque ven que en mi pintura estoy yo. Es decir, que igual que tú me lo has dicho ya, hay otras personas que me señalan que ven un cuadro mío y saben que es mío. Eso por una parte. Y luego porque mi pintura sobre todo, creo yo que es honrada con la pintura y conmigo mismo. Como ya lo decía Baudelaire, el modernismo o la moda es lo opuesto a la mitad del arte. Y la otra mitad es lo eterno y lo inmutable. No sé si es muy pretencioso por mi parte, pero yo busco esa trascendencia del arte. Porque yo creo que siempre ha existido. Ahora mismo, desde mi punto de vista, creo que con el realismo y con las artes hemos llegado a un punto en que lo popular, que no es malo ni muchísimo menos, se está convirtiendo en populismo.

Eso es más bien lamentable.

Claro, desde mi punto de vista es malo, porque nunca lo ha sido. Las artes, por mucho que nos quieran decir, nunca han sido mayoritarias. Nunca. Mayoritaria será el fútbol, pero no la pintura o las artes. Otra cosa es que se eduque a la sociedad desde pequeños a que vayan a ver exposiciones con sus padres y que entren de una manera natural a una sala de exposiciones o a un museo, igual que van al supermercado; exactamente igual. Y que tengan su propio juicio cuando ven, porque no hay que olvidar que el arte, en general, es una manera intrínseca del ser humano de expresarnos; no es otra cosa.

Y después de haber pintado tanto a Córdoba, ¿cómo definiría el alma de esta ciudad?

Es complicado, porque nuestra alma yo creo que es seria discreta, elegante.

Pero yo hablo de lo que usted ve de la ciudad, no de sus habitantes. Usted la ha mirado, la ha visto, ha buscado en su interior...

Sí, sí. Bueno, cuando viajo y me preguntan siempre digo que Córdoba es una gran ciudad para vivir, cómoda, alegre. Sobre todo es una ciudad con una gran cultura, con un gran patrimonio. Hago un inciso para decir qué pena que con cuatro títulos Patrimonio de la Humanidad no tengamos ni una galería profesional de arte ni sala de exposiciones que no sean las institucionales. Pero bueno, es una gran ciudad para vivir. A mi mujer le gusta mucho viajar y me dice que vayamos a ver tal o cual sitio: Yo no. Yo soy del barrio de San Agustín y al pasar por allí me gusta. No vivo allí porque se ha vuelto prohibitivo y ahora estoy por la Avenida del Cairo, pero me gusta Córdoba, sus barrios, me gusta su ambiente cuando salgo. Yo, además, he sido un noctámbulo en los 80' y he sido de la Movida y he estado en Madrid y en Galicia viviendo. Y Córdoba era una ciudad que incluso ahora el único pero que tiene -si se le puede poner uno- es el calor que hace. Aunque es un problema que tenemos en media España ya. Para mí, mientras más vegetación haya  y menos árboles que corten, mejor.

Mejor para su pintura también, me da la sensación.

Claro. No tengo animales, pero soy gran defensor de la ecología, de la de la naturaleza, de la vegetación y de todos los elementos que nos rodean, porque no nos olvidemos que no podemos vivir sin ellos, entre ellos el agua, que es lo más importante que tenemos. Lo que ocurre es que luego a mí en el paisaje me interesa mucho la relación que existe siempre del ser humano como constructor, modificador y destructor de ese espacio. Cómo a lo largo de la vida nuestro entorno va cambiando según el ser humano va evolucionando y la arquitectura y el urbanismo va cambiando.

En la última serie que tengo, 'Italia', cuando viajé allí me di cuenta en Roma que era exactamente igual a lo que yo estaba contando ahora mismo en Córdoba. Al ver el Tíber me recordó a nuestro gran Guadalquivir. Con con la misma historia, sino más, milenaria y cómo la ciudad, Córdoba no tanto, pero otras ciudades sí, ha ido en sus orillas evolucionando el urbanismo y cómo han ido cambiando. Eso lo vemos en Roma, en Florencia, en Venecia. Por eso, si ves mi obra es totalmente contemporánea y actual. Por eso en el último certamen del Museo Europeo de Arte Moderno de Barcelona se me consideró darme la segunda mención de honor con un cuadro sobre Venecia. Porque vieron en ese paisaje de Venecia que huía de esa mirada contemplativa, romántica de los grandes maestros italianos. Yo buscaba ese aspecto contemporáneo donde se ven los puestos de prensa, donde se ven ciertos turistas y ciertos elementos de nuestro entorno de la actualidad.

Está usted plasmando lo que estamos viviendo ahora mismo.

Exactamente. Hay un filósofo que se llama León Díaz Ronda que decía que la verdad y la realidad no son sinónimos. Por eso, el hiperrealismo para mí no tiene mucha importancia. Aparte del virtuosismo extremo que implica. Igual está un paisaje con cinco brochazos que uno con 10.500. Lo importante es que sea verdadero, que sea de verdad, de modo que el que lo haya hecho sea honrado. Y eso se nota un montón.

¿Con qué está ahora mismo?

Ahora mismo estoy con la próxima exposición que tengo este otoño en una sala cordobesa céntrica muy importante. Ahí voy a mostrar sobre todo la línea que llevo ahora, con las seres que estoy llevando: Sobre 'Territorios de agua' sobre el Guadalquivir, y un homenaje también, bueno más que un homenaje, un guiño, a Carmen Laffón, con esa mirada que ella tenía sobre el Guadalquivir, en las cuales hay muchas referencias que son más bien emotivas y que yo cuando pinto sobre todo Córdoba y Sevilla, porque me he criado a caballo entre ambas ciudades y las pinturas mucho, en realidad lo que pinto son los recuerdos, mis emociones y pinto un poco esa temporalidad de ese paisaje que cuando lo veo tal y como yo lo recordaba de pequeño sigo pasando por esos sitios, por esas avenidas o por esa orilla de los ríos y me recuerda ciertas cosas de cuando yo era pequeño. Son vivencias puras. De tal manera que todo eso es una especie de tamiz, una especie de embudo que se une a todas esas referencias que yo te he comentado tanto pictóricas como musicales como poéticas. Todo eso está unido.

Ya que ha podido ver muy de cerca y en varias ocasiones el Guadalquivir de Córdoba y el Guadalquivir de Sevilla, ¿hay mucha diferencia entre ambos?

Sí que la hay. Muchísima, vamos. Cuando la Junta de Andalucía me hizo, hace un año o dos años casi ya, la retrospectiva en el Teatro Cómico, las dos obras que abrían la exposición eran precisamente dos vistas enormes, de dos metros, una de Córdoba y otra de Sevilla. Yo soy cordobés, por los cuatro costados, pero pero me he criado entre Sevilla y Córdoba y siempre me he sentido querido en Sevilla.Pero bueno, el caso. Eh entonces el río de Córdoba por el por eso te comentaba lo de Roma y el Tíber. Cuando yo vi el ciber me me recordó tanto al al Guardia Civil Córdoba porque había ese aspecto un poco más terroso, con más cañizos, con más agua un poco más turbia. El guadalquivir por Córdoba tiene una luz muy especial. De tal manera que por Sevilla como está la dársena y como está a casi 90 kilómetros del mar, tanto la luz que hay como la atmósfera es distinta por completo. Y el color que hay en el río por Sevilla, que yo le lo he pintado muchísimo y en formato muy grande, es una luz mucho más azulada, más verdosa también pero tirando a los turquesas, una luz como más limpia entre comillas, mientras que Córdoba tiene una diferente por completo.

¿No le da la sensación de que es como más antiguo en Córdoba que en que en Sevilla?

Tú lo dices, porque a lo mejor tiene una connotación sepia, como de litografía antigua.

Claro. Da la sensación de que como al río en Córdoba se ha dejado al río un poco más a su aire es como más 'de toda la vida'.

Ése fue nuestro gran error. Menos mal que ya nos hemos dado cuenta. Cuando tú viajas a otras ciudades el río es parte vertebrador importantísimo de la ciudad. Desde que nosotros miramos al río, hemos ganado espacio, un punto neurálgico de ocio y de muchas cosas más. Hemos tardado, pero se ha conseguido. Sevilla, desde el siglo XVI era puerto comercial y esa ciudad estaba de cara al río. Yo he ido viendo que allí ya existían un montón de sitios de bares y sitios turísticos, con una vida que en Córdoba, en torno a los años 80' o 90', estaba muerto totalmente. Es más, estaba casi denostado.

Es que había más complicidad en Sevilla con el río que aquí.

Claro. Entonces desde que nos dimos cuenta, fantástico, yo lo veo muy bien. Ahora, además, tenemos una Albolafia, con una riqueza tanto natural como animal y vegetal importantísima en pleno centro de Córdoba. Por eso mismo ése es nuestro carácter de los cordobeses, que no nos damos cuenta de lo que tenemos.

Yo cuando viajo, que tengo la suerte de que me han dado muchos premios o cuando viajo por exposiciones, todo el mundo me dice "oye Córdoba, qué ciudad tan bonita, es que nos encanta". Desde fuera Córdoba se ve, y la prueba la tenemos en la cantidad de turismo que cada vez viene más. Es fantástico y yo lo veo muy bien. Lo que pasa es que como pintor soy un poco más empírico, más sintético, y no busco aspectos un poco más de monumentos superconocidos si no hay aspectos de cualquier calle, como ésta que estamos hablando que se va a exponer ahora en el MEA, donde hay una pista mucho más sintética y donde busqué un contraluz para darle ese aspecto metafísico que tanto me gusta. No es la clásica vista de Córdoba que se puede uno imaginar, pero ahí está la gracia, y que cada uno encuentre su punto de vista. Para mí, como pintor, siempre existe una interrogación contante de cómo miramos, cómo percibimos y cómo ordenamos esa visión a los ojos del espectador y de la obra. Porque al final no hay que olvidar que esto es un juego con el espectador.

Tú pintas para ti, pero en realidad estás pintando para el resto. Estás pintando para las personas que lo van a ver. Eso es muy importante porque es como un libro. Tú cuando escribes lo haces para ti, pero yo me imagino que escribirás también para que cuando te lean conmueva o lleve al lector al punto que tú quieres llevarlo. Una pintura para mí es exactamente igual. Pero en el realismo hay tantas variedades y sensibilidades como personas. Yo busco esa sensibilidad personal de que sea Francisco Escalera o como yo firmo: Escalera.

Eso es lo que se busca. Lo que buscamos todos un poco desde un punto de vista ególatra o egoísta. Pero cuando eres creador es lo que buscas o, por lo menos, yo lo creo así.

Un artista sin ese puntito ególatra no es artista.

Claro. Cada persona tenemos una manera distinta de sentir y una manera distinta de ver. Por eso cuando he dado clases siempre he intentado dejar que la otra persona, aunque yo le corrija errores de proporciones, busque su sensibilidad. Eso es todo un mundo. La manera de poner la pintura sobre un lienzo es el ADN de cada persona. Es intransferible. Yo no hice Bellas Artes precisamente por eso, porque yo no quería ser un pintor más que saliese de la universidad por la carrera, porque sinceramente muchos salen con unos toques totalmente consabidos y se nota muchísimo. La pintura siempre la he considerado como algo íntimo, personal e intransferible, donde no caben las licencias, ni caben los oportunismos, ni caben las conveniencias. Todo eso para mí está aparte. Yo sé que todo al final es dinero y tenemos que comer de ello, pero busco algo mucho más profundo y mucho más personal, si puedo. Ésa ha sido siempre mi lucha. Yo siempre digo que no intento pelearme con nadie nunca, porque mi lucha, mi batalla, está en el caballete.